¿Alguna vez te has detenido a leer todo lo que dice una etiqueta de los productos que consumes? Podría decir que la mayor parte del tiempo vemos el precio principalmente; si es algún alimento podríamos detenernos a ver las calorías, e ingredientes si mucho. Y es que tanta información abruma, tardaríamos años haciendo las compras si leyéramos cada etiqueta ¿verdad?
Sin embargo, no hay producto que no traiga etiqueta ya que la etiqueta determina el valor del producto. La etiqueta habla de lo que contiene un producto, del porque y del para que. Asimismo nosotros portamos etiquetas que creemos que nos dan o quitan valor. Te das cuenta que en la oración pasada no escribí, nos dan valor; sino CREEMOS que nos dan valor.
Hay etiquetas que se te han puesto a lo largo de tu vida. Etiquetas que comenzaron como una frase que se dijo en tu contra. Tal vez fue un “ya no te quiero” y se convirtió en una etiqueta que dice “La no aceptada”. A lo mejor fue un “que inútil eres” y se convirtió en una nueva etiqueta que dice “La inservible”.
Hay etiquetas que comenzaron con una injusticia. Con algún acto que se hizo en contra de tu voluntad y ahora ha venido a traer vergüenza a tu vida. Y este acto se convirtió en la etiqueta “La usada”. También etiquetas que comenzaron con alguna acción que cometiste en tu pasado pero siguen resonando en ti. Etiquetas como “La fácil” que te hacen sentir que no tienes valor y que nunca podrás salir del círculo vicioso de alguna adicción o un patrón.
Hay etiquetas que no son precisamente malas. Etiquetas que hablan de quien eres, de tus logros, de tu posición en la sociedad. Etiquetas como “La doctora”, “La maestra”, “La mamá” , “La esposa de”. Aún así estas no te representan en tu totalidad.
Y hay otras etiquetas. Etiquetas que comenzaron en tu mente. Que comenzaron como un pensamiento, después como palabras hacia ti misma y se convirtieron en verdades absolutas acerca de ti. Para mí, estas son las más duras porque no te las da la sociedad, sino tu misma.
Son aquellas etiquetas que nos hemos puesto a nosotras mismas en comparación con las demás.
Todas estas etiquetas definen como nos vemos a nosotras mismas y como creemos que los demás nos ven. Es de donde viene el valor que nos damos a nosotras mismas. Y estas etiquetas tienen tanto poder en nosotras que hacen que actuemos conforme a ellas. Nos creemos tanto la mentira de “Soy la invisible” que comenzamos a callar nuestra voz, a abrazar este nombre porque de alguna manera nos trae identidad. Preferimos conformarnos con una etiqueta que comunica mentiras acerca de nosotras por vergüenza, en vez de enfrentarnos a nosotras mismas con verdades que nos hacen libres.
Vemos en Genesis 3, cuando Adán y Eva comieron del fruto prohibido, sus ojos fueron abiertos, se dieron cuenta que estaban desnudos y se escondieron de Dios. Dios les pregunta ¿Quien les dijo que estaban desnudos? Esto es porque no fuimos creados para vivir en vergüenza. En los planes de Dios no estaba que conociéramos la vergüenza. A pesar de ello, esta vino ya que Adan y Eva decidieron escuchar la voz de lo que la serpiente les dijo, en vez de recordar lo que Dios ya les había hablado y la libertad que les había dado.
Amiga mía, desde entonces esa serpiente ha querido hacer lo mismo contigo y conmigo hablando a través de etiquetas que nos hemos puesto a nosotras mismas y nos hacen sentir avergonzadas y paralizadas. Ya que no puede robarnos nuestra salvación, su misión desde entonces ha sido robarnos de la plenitud que encontramos en Cristo y del fruto que podemos dar. Es tiempo que dejemos de escuchar lo que estas etiquetas nos dicen y escuchemos lo que nuestro Padre dice de nosotras. La historia sería muy diferente si cada mañana en vez de meternos primeramente a instagram que nos grita “eres insuficiente” “no tienes lo que ella tiene” “nunca serás así de talentosa”; nos llenaremos de su palabra que dice “Todo lo puedes en Cristo que te fortalece”, “Esta vestida de fortaleza y dignidad” “Mujer virtuosa quien la hayará”.
La autora, Lisa Terkeurst lo dice así: “La mente se alimenta de lo que se enfoca. Lo que consume mis pensamientos determinara la construcción o destrucción de mi identidad”.
Es tiempo de que comencemos a vivir amadas, sabiendo que tenemos un Padre que nos ha dado todo lo que necesitamos para vivir una vida plena y en libertad sin vergüenza. Las verdades que Dios dice acerca de nosotras no se basan en nuestras acciones, sentimientos o circunstancias. Lo que Él dice de ti es definitivo e irrevocable. Eres y seguirás siendo amada, escogida, valiente, digna y fortalecida no importando tu pasado o tu situación actual. Eres más que solo una mamá, eres más que tu profesión, eres más que una cara bonita. Eres virtuosa, llena de gracia, de talentos, eres aroma fragante que puedes cambiar el lugar donde te encuentras.
Dejemos de vivir por etiquetas, y determinando nuestro valor por ellas. Nuestro valor no cabe en una etiqueta, no tiene un precio ya que al Padre le costo la sangre de su hijo amado Jesús. Tienes un valor preciado y no hay vergüenza que pueda ensuciarlo o cambiarlo. Si por etiquetas quieres vivir, vive por las promesas que Él Padre ya ha hablado de ti.
“Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.”
Juan 8:32
Oración:
Señor Jesús, gracias por que me amas y me has dado un valor invaluable. Un valor que no viene de mis logros, sino del sacrificio de Jesús en la cruz. Ayúdame a vivir y sentirme amada. A vivir en libertad sabiendo que no hay etiqueta que determine mi identidad. Decido poner mis ojos en ti y escuchar solamente lo que tu ya has hablado acerca de quien soy en ti. Gracias por todo lo que has hecho en mi y a través de mi. Te amo Jesús.
En el nombre de Jesús,
Amén.
xoxo
Angie
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